Ania, salió de su casa. Fue corriendo a casa de Pere. Donde estaban Aetiss y él. No podía creer-selo. Su propio novio. Ironías de la vida. Estaba indignada. Puto machista. La sociedad siempre igual. Intentaba no pensar en la traición. Supongamos que siempre fuera así. La mayoría de veces siempre cortan los chicos, y piden ellos. Pero no podemos estar toda la vida de esa manera. Las mujeres también podemos tomar decisiones. Podemos hacer cosas, que los demás no pueden. Y podemos hacer lo mismo que ellos. Seguía la calle de la heladería. Le da miedo. Le recordaba a aquella noche donde la secuestraron. Donde su propio novio la mando a violar. Le recorrió un escalofrío horrible por todo el cuerpo. Ya estaba en casa de Pere. Picó al timbre. Al Primero tercera. Le abrió. Subió las escaleras. Tan rápido como sus heridas le dejaban ir. No podía correr mucho. Le escocia todo. Le abrieron la puerta.
-¡Ania! – chilló
-Hola Aetiss, tengo una pregunta que haceros a los dos.
-Dinos- dijeron a la vez.
-¿Vosotros sabíais que Raúl había dado las coordenadas a los violadores?
-¿Que dices? ¡Cabrón!
-Ya ves… Me voy a vengar.
- No hagas nada, se equivocó.
-Pero su equivocación me ha dejado secuelas, y no me voy a quedar de brazos cruzados. – dijo Ania intentando convencer a Pere.
-Ania, amiga, cuñada, deja-lo, él, no sabe lo que tenía, ha intentado arreglarlo y no ha podido, a causa de eso, va en silla de ruedas y estuvo nueve días en el hospital. – dijo segurísimo de convencer-la a ella.
-Tiene razón Tata, él ya ha sufrido…
-Tenéis razón, lo siento… Voy a ver-le.
-Está bien Ania. Nosotros nos quedamos aquí un rato.
-Luego venir.
-Vale, tranquila. Iremos.
Ania salió de casa de Pere. Ellos se quedaron en la habitación. Pere se tumbó en la cama.
-Aetiss, cariño, ven.
-Estoy aquí mi vida. – dijo con un tono vergonzoso.
-Ya, pero aquí. Conmigo. A mi lado. Cerca. Para sentir-te.
-¿Quieres que me ponga contigo?
-Si…- dijo quitando-se la camiseta.
Aetiss empezó a caminar desde la puerta hacia la cama. Se topó con el colchón. Se quitó las zapatillas para subir-se a la cama. Continuó gateando hasta llegar a Pere. Iba subiendo cada vez más. Empezó besando-le los abdominales y subía. Los labios de Aetiss recorrían todo el cuerpo de él. Pere cogió a Aetiss por el cuello. Empezó a besarla sin freno.
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