Por fin. Han pasado nueve días. Raúl ya puede volver a casa. Pero entre todos han decidido que irá a vivir con Anastasia, al menos de momento. Nada más salir por la puerta del hospital, un grupo de periodistas los rodea. Les hacen mil preguntas. << ¿Qué? ¿Por qué? ¿Quién? ¿Cuándo? >> no responden. La pareja sigue recto, ignorando las cámaras. Raúl va en silla de ruedas, porque tiene una sonda en el brazo que le inyecta suero cada cierto tiempo. Ania empuja el vehículo decidida. Suben en el ascensor del bloque de la chica. Entran en casa. Raúl se tumba en la cama. Anastasia se sienta a su lado, con cara de preocupación.
- ¿Por qué lo hiciste? Debiste dejarme en esa caseta infectada- dice mirando al suelo.
- No podía. Avisé a Aetiss y a Pere, pero por mucho que buscaban, no te encontraban. No podía vivir sabiendo que te estaban haciendo daño.
- Oye, ¿y tú cómo sabías que me pasaba algo?
Raúl se quedó callado. Apartó la vista y se puso rojo. Se le humedecieron los ojos. Ania lo entendió todo.
- N-no. Tú no. ¡Tú no! ¡Cabrón! ¡Fuiste tú! ¡Por tu culpa tengo todo esto!- gritó la chica enseñando sus cicatrices.
- No cariño, no. Yo no fui. Fue el cabezabuque ese, lo viste- tartamudeó el lesionado.
- ¡Pero tú les dijiste dónde encontrarme! ¿Qué pasa? ¿No soportas que la que corte la relación haya sido la chica? ¡Machista de mierda! Te juro…te juro que me vengaré. No sé cómo, pero no será agradable.
Y con estas palabras, Anastasia se fue.
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